Quién me hizo creer que era orden lo que quería…quiero el mayor caos, porque ahí sólo se habitar. Escríbeme la palabra “lógica” en un papel, lo cortaré en pedacitos trapezoidales y me los comeré para contagiarlo del devenir de mi cuerpo. Que la verdad no se quebranta por la efervescencia de los vuelos de mariposas de esta vida, sólo muda y no para, porque no puede morir aunque quiera. Dame indiferencia, que te quitaré esa mascara sin orificios para respirar. No temo usar el verbo para afilar la palabra, hacerla punzante y así compunja los adentros. He violado cientos de veces al alfabeto, y aun así me perdona: me ofrece su irresoluto consuelo.
¿algo que objetar?
Eso me preguntó, me miró de frente con la libreta en la mano. A mi me temblaba la voz y sentía que no podia abrir la boca. Repitió otra vez la pregunta y mi respuesta fue la misma, un bloqueo total. Cerró su agenda y se alejó de aquella horrible lámpara de interrogatorio con unos pasos pesados y secos. Se me acercó hasta que me obligó a poner los ojos vizcos y formuló otra vez "¿algo que objetar?" con un tono grave y embotado. Aprete la mandíbula, estaba dispuesto a decírselo, mi corazón se percató de lo que iba a hacer y empezó a latir tan fuerte que movia levemente mi camiseta y martilleaba mis oidos.
"Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esa cualidad"
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