¿algo que objetar?

Eso me preguntó, me miró de frente con la libreta en la mano. A mi me temblaba la voz y sentía que no podia abrir la boca. Repitió otra vez la pregunta y mi respuesta fue la misma, un bloqueo total. Cerró su agenda y se alejó de aquella horrible lámpara de interrogatorio con unos pasos pesados y secos. Se me acercó hasta que me obligó a poner los ojos vizcos y formuló otra vez "¿algo que objetar?" con un tono grave y embotado. Aprete la mandíbula, estaba dispuesto a decírselo, mi corazón se percató de lo que iba a hacer y empezó a latir tan fuerte que movia levemente mi camiseta y martilleaba mis oidos.

"Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esa cualidad"

lunes, 17 de octubre de 2011

Amor tranquimacino

No me digas que
darías tu vida por mí.
No,
no digas absurdeces
que valor entonces
tendría la vid,
o el vuelo del colibrí,
qué valor le das al todo,
porque del todo crecí.
No
¡no me insultes cobarde!
que sólo me quieres si
te espanto los monstruos
de esta vida y a mí,
a mí me dejas aquí.
Este amor sombrío
opio del devenir
de la vida en gris...
¡no lo quiero
que no!
el sendero es senda al fin.

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