¿algo que objetar?

Eso me preguntó, me miró de frente con la libreta en la mano. A mi me temblaba la voz y sentía que no podia abrir la boca. Repitió otra vez la pregunta y mi respuesta fue la misma, un bloqueo total. Cerró su agenda y se alejó de aquella horrible lámpara de interrogatorio con unos pasos pesados y secos. Se me acercó hasta que me obligó a poner los ojos vizcos y formuló otra vez "¿algo que objetar?" con un tono grave y embotado. Aprete la mandíbula, estaba dispuesto a decírselo, mi corazón se percató de lo que iba a hacer y empezó a latir tan fuerte que movia levemente mi camiseta y martilleaba mis oidos.

"Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esa cualidad"

sábado, 8 de octubre de 2011

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No, no fue palabra alguna

Ni un algoritmo, ni un cura,

No fue el lecho de castillo

De lógica andamiada

Que me sigue como hatillo.

No fue un sacro evangelio

Con mis disculpas a los discípulos,

No fue lo que se piensa

Ni se escribe por encomienda.

Fue mi suspiro en plena noche

Que me despertó del parnaso

Y me dijo: tú, tú sigues vivo.

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