¿algo que objetar?

Eso me preguntó, me miró de frente con la libreta en la mano. A mi me temblaba la voz y sentía que no podia abrir la boca. Repitió otra vez la pregunta y mi respuesta fue la misma, un bloqueo total. Cerró su agenda y se alejó de aquella horrible lámpara de interrogatorio con unos pasos pesados y secos. Se me acercó hasta que me obligó a poner los ojos vizcos y formuló otra vez "¿algo que objetar?" con un tono grave y embotado. Aprete la mandíbula, estaba dispuesto a decírselo, mi corazón se percató de lo que iba a hacer y empezó a latir tan fuerte que movia levemente mi camiseta y martilleaba mis oidos.

"Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esa cualidad"

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Desengaño

La llamaron desde megafonía,

Su nombre, olvidado sin canción,

La requerían una vez más

A Esta vida sin cansancio.

El pasillo, eterno, la cola

De cientos de entrevistados,

Le dicen que salga de la fila,

La esperan en otro despacho.

Desconcertada, ella, camina,

Y le dan un sobre de ebanistería,

Con un sello extraño y un lazo,

Ella lo abre, sufre, le tiembla la mano:

“lo siento, morí entre tus brazos,

Sólo queda el fósil y un fusil de asalto,

Uno como testigo, el otro para matarlo,

Uno para recordarte, el otro por si acaso”

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