¿algo que objetar?

Eso me preguntó, me miró de frente con la libreta en la mano. A mi me temblaba la voz y sentía que no podia abrir la boca. Repitió otra vez la pregunta y mi respuesta fue la misma, un bloqueo total. Cerró su agenda y se alejó de aquella horrible lámpara de interrogatorio con unos pasos pesados y secos. Se me acercó hasta que me obligó a poner los ojos vizcos y formuló otra vez "¿algo que objetar?" con un tono grave y embotado. Aprete la mandíbula, estaba dispuesto a decírselo, mi corazón se percató de lo que iba a hacer y empezó a latir tan fuerte que movia levemente mi camiseta y martilleaba mis oidos.

"Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esa cualidad"

martes, 29 de noviembre de 2011

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Vuelvo a escribir ya cansado de azulejos,

Los mudos oyentes de mis miradas.

El peso de las noches son livianos,

Pero otras contemplo cada respiración.

Vendí mi mundo a la quietud

y lloré en una instancia muy lejana.

El ascua que no dejé al viento

La guardo por si recobro la razón.

Y sí, me desangre y quedé seco:

Un niño envejecido sin ataúd.

Esto, esto no es un verso,

No busco lo que otros al laúd,

No quiero ser ni Bécquer ni Espronceda,

Ni leeré más poemas de cromañón.

En esta estrofa no caben críticos

No busco armonía si no soy yo.

Ama es un imperativo, una forma, una alusión,

Tan lejos, yo maldigo, como dijo Hernández,

Agua en la distancia, sí, pero sed alrededor.

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