Si me permitiera mi cárcel muda
Con barrotes de tristeza hiriente,
te miraría asustado,
con el corazón de un solo latido
Porque no se distingue pausa.
Mis dedos cobran con su duda
Con el don de su vital corriente,
De tacto tan delicado,
Rozaría tu mejilla cuello y cuerpo
Porque no se distingue pausa.
Y el concepto pierde la cura:
se ve que es de viejo demente,
Aún así nos arropamos
generando libros como atlas ilustrados
Porque no se distingue pausa.
¿algo que objetar?
Eso me preguntó, me miró de frente con la libreta en la mano. A mi me temblaba la voz y sentía que no podia abrir la boca. Repitió otra vez la pregunta y mi respuesta fue la misma, un bloqueo total. Cerró su agenda y se alejó de aquella horrible lámpara de interrogatorio con unos pasos pesados y secos. Se me acercó hasta que me obligó a poner los ojos vizcos y formuló otra vez "¿algo que objetar?" con un tono grave y embotado. Aprete la mandíbula, estaba dispuesto a decírselo, mi corazón se percató de lo que iba a hacer y empezó a latir tan fuerte que movia levemente mi camiseta y martilleaba mis oidos.
"Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esa cualidad"
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