Me planteó si la gente vive parecido a mí, si se comen tanto el tarro, o si tienen unas vidas intensas de las que envidio, sólo, en mi imaginación. Antes sé que intentaba demostrar a las personas que vivir intensamente es como de libre eres capaz de ser con tus sentimientos, y buscaba siempre esos momentos efimeros, y veía en sus ojos que habían bajado la guardia ante el miedo y la inseguridad,ahora sé que me lo debo demostrar a mi mismo. Nadie marca pautas,cuando soy consciente de mi,y creó en esto,se me llenan la boca de palabras, y que bien saben la verdad.
En el momento de llevar a la práctica mis pensamientos, no soy capaz de seguir mi guion: se me olvida y balbuceo. Y como muchas veces me pasa, me bajo del escenario y ocupo las últimas butacas de mi ser, donde no veo apenas por las cabezas de los de alante, y el sonido de masticar palomitas y sorber refrescos me impiden admirar la obra en su totalidad, que ya no interpretarla.
Espero algún dia levantarme y decir que todo eso es mío, y que la obra la dicto yo.
¿algo que objetar?
Eso me preguntó, me miró de frente con la libreta en la mano. A mi me temblaba la voz y sentía que no podia abrir la boca. Repitió otra vez la pregunta y mi respuesta fue la misma, un bloqueo total. Cerró su agenda y se alejó de aquella horrible lámpara de interrogatorio con unos pasos pesados y secos. Se me acercó hasta que me obligó a poner los ojos vizcos y formuló otra vez "¿algo que objetar?" con un tono grave y embotado. Aprete la mandíbula, estaba dispuesto a decírselo, mi corazón se percató de lo que iba a hacer y empezó a latir tan fuerte que movia levemente mi camiseta y martilleaba mis oidos.
"Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esa cualidad"
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