- ¿por qué te esfuerzas tanto? Si luego se desafina en nada, con que más o menos tengas las notas es suficiente...además que tampoco tocas muy bien, te saltas partes y pisas mal los trastes¿por qué eres tan maniático con eso?. Yo ya no noto la diferencia cuando mueves un poco la clavija, me parece que suena igual-
Él levanto la cabeza de la guitarra, no le había sorprendido la exasperación de Sandra... sino el tiempo que había aguantado, pero pensaba que ella lo estaba disfrutando y no esperando a que terminara:
- Sí, es cierto que toco mal. Pero me gusta tocar. Y sí, la guitarra se va a desafinar, y quizá no merezca que le dedique tanto tiempo a afinarla. Es como todo, las cosas de usarse se malogran y tienes que volver a darles sentido... entonces, ¿sería mejor no tocar música? así no se desafinaría nunca... sería siempre perfecto, lleno de infinitas canciones perfectas, pero ninguna sonará-
-No digo que no merece la pena tocarla, pero creo que para lo que tú haces, no habría que prestarle tanta atención a eso... yo esperaría a que controles mejor la música para ser tan purista con la afinación-
-No me atrevería a tocar ninguna melodía sin haber sentido que para mi las notas están perfectas-
Ella lo miró. Hacia tiempo que no hablaban de la guitarra y las notas...sus ojos se habían encontrado, aunque llevaban mirándose años. Ella volvió a abrir la boca, y salió una voz tan temblorosa como las propias cuerdas:
-Quizá es que hay canciones que no puedes tocar, y pierdes el tiempo con tonterías. Quizá no te atrevas a escoger ninguna canción... porque siempre las abandonas, quizá deba irme ya-
La guitarra, que seguía soltando notas, paró en seco dotando al silencio de un peso que nunca habían sentido. A él le temblaba los labios como si mil palabras quisieran salir todas juntas y se hubieran agolpado en su paladar. Sandra se levantó y fue hacia la puerta de la habitación, en ese momento el sonido de sus pasos era el instrumento de percusión más triste que podía existir, apagándose a medida que ella se alejaba.